Aprende. Aprende esto y lo otro. Apréndelo de aquí y de allá. Ése es uno de los consejos que se harta de repetir Eric S. Raymond, figura líder en el movimiento del software libre, en su conocido ensayo sobre cómo convertirse en hacker. Y entendamos aquí hacker como lo que realmente significa el término, un programador apasionado y no un destructor de contraseñas o webs ajenas (para lo que es más apropiado emplear el vocablo cracker), e incluso, en última instancia, cualquiera que disfrute con lo que hace y desee progresar e ir avanzando cada día en sus conocimientos (¿tal y como, según se mire, podríamos definir al “estudiante ideal”?).
La invitación por parte de Raymond al autoaprendizaje informal y esforzado, para todo aquel que busque iniciarse en el meritocrático y estigmérgico mundo de los hackers, podría resumirse en la siguiente recomendación (al final del apartado titulado El mundo está repleto de problemas fascinantes esperando a ser resueltos): “tienes que desarrollar una especie de fe en tu propia capacidad de aprendizaje -la creencia de que incluso cuando no puedes saber todo lo que necesitas para solucionar un problema, si abordas tal sólo un fragmento del mismo y aprendes de él, acabarás sabiendo lo bastante para solucionar el siguiente fragmento- y así sucesivamente, hasta que lo hayas resuelto por completo”.
Ése parece ser, efectivamente, el entorno y leitmotiv de aprendizaje en el que se mueven la mayoría de programadores de software libre, donde pese a todo no se excluye (sino más bien se sublima) la ayuda al prójimo, siempre y cuando sepa preguntar y ser autónomo. Un entorno donde se avanza modularmente en el desarrollo de código y se amplían orgánicamente los conocimientos by doing, programando a la par que mejorando capacidades que luego pueden hacerle a uno más útil en otro proyecto, o capacitarle profesionalmente para un trabajo mejor. Donde no debería resolverse el mismo problema dos veces, donde la gente está encantada de ayudar demostrando lo que sabe.
Si cambiamos ahora de entorno, pero no de filosofía de aprendizaje, podríamos entender Wikipedia no sólo como lo que la ha hecho famosa (esto es, la mayor y mejor enciclopedia libre del mundo) sino también como una plataforma que ha generado todo su contenido amparada en el mismo modo de aprender y colaborar que se da entre hackers. Aunque en Wikipedia todos los esfuerzos están encaminados al objetivo común de crear artículos enciclopédicos, aunque eso sea posible gracias a un sistema eminentemente distribuido (y a pesar de que gran número de aportaciones vengan de usuarios anónimos, que sólo editan escasas veces su contenido), centrémonos ahora en todos aquellos usuarios que integran lo que podría denominarse el núcleo duro de cualquier Wikipedia (esto es, en cualquier idioma): los wikipedistas reconocidos, participantes con un número significativo de ediciones a sus espaldas. Se les reconoce fácilmente en sus páginas de usuario, donde recopilan enlaces a los artículos que han creado o ayudado a ampliar, a menudo junto a medallas al mérito entregadas entre ellos mismos.
Se trata de usuarios que a menudo han empezado artículos de temáticas muy diversas con tan sólo un par de frases, pero que luego suelen regresan a menudo a esa página wiki para añadir o pulir algo más, tutelando o simplemente siguiendo el desarrollo de esa información a manos de otros hasta que ésta adquiere la estructura y extensión propia de una entrada enciclopédica, dejando así de ser un simple esbozo. Por el camino ha habido que parafrasear y reescribir referencias online (para alejarse del temido copyright), enlazar a otros artículos relacionados, comparar y citar fuentes reconocidas, negociar y debatir con otros wikipedistas en torno al punto de vista neutral, comprobar y/o seguir contribuciones sospechosas de vandalismo, wikificar el texto (adaptar las páginas a unas normas de redacción específicas) y un largo etcétera de acciones que requieren y promueven el mismo modo de aprender mientras se va haciendo. No es algo planificable. No es, aparentemente, algo fácil de evaluar. Pero es aprendizaje digamos que constructivo, al estilo hacker, en pos del mejor artículo posible, la mejor enciclopedia imaginable.
Algo que no sólo recuerda a ese autoaprendizaje por fragmentos que recomienda Raymond para convertirse en hacker, sino también, por ejemplo, a la enseñanza por proyectos en la adquisición de segundas lenguas, un campo de la educación dinámico y exigente en el que se aplica desde hace tiempo dicha metodología para que los estudiantes de idiomas se sumerjan desde el principio en la consecución de objetivos por grupos. Escribir un diario o realizar una pequeña representación no son más que el pretexto para, por el camino, y a medida que las circunstancias y los propios estudiantes lo exigen, se aborde la gramática, el vocabulario o la pronunciación que requiere determinado nivel de competencias. No se pretende una adquisición de conocimientos al unísono por parte de todos los integrantes del aula, sino establecer ciertas dinámicas de trabajo donde también tenga cabida la ayuda mutua para ir cada uno avanzando, aprendiendo, a su ritmo. Al ritmo de sus necesidades.