Post original publicado junto a @pacogonzalez y @danxdan aquí.
El voto analógico, físico
Uno de los fenómenos que ha tenido lugar en el contexto de las #acampadas de mayo de 2011 en España es la creación de diferentes y variados itinerarios de información, comunicación y deliberación. Como es sabido la convocatoria de las manifestaciones del 15M discurrió casi exclusivamente por la red, y tras ésta también fue a través de las informaciones de Internet como la mayoría de los participantes se sumaron a las sucesivas acampadas.
Así, el martes 17 de mayo la actividad en #acampadabcn por ejemplo, consistía en una pequeña asamblea donde el medio de comunicación era simplemente el turno de palabra. De la abundancia de recursos de la red se volvía en la plaza, inicialmente, a la simplicidad del ágora. A partir de ese día la acampada fue crecido y organizándose a un ritmo frenético, dividiendo las asambleas en comisiones a medida que surgían temas importantes, donde discutir con más dedicación las propuestas que luego votar en asamblea. Así, la creciente complejidad había generado también una mayor diversificación en la distribución de la información generada, tanto en la red como en la plaza.
A las pocas horas ya contaba con cuenta en Twitter y Facebook, blog en WordPress, Vodpod para vídeos. Digamos que el “kit virtual” completo importado de las revueltas presenciales y digitales en Túnez y Egipto. Pero ha sido en la plaza donde la eclosión de soportes informativos resulta más espectacular, desde las pancartas clásicas a las páginas de cuaderno o los mensajes en post-it a manera de SMS.
Todo un ecosistema de dispositivos de información que vuelve a subir a la red en forma de fotos o vídeos, que a veces aparecen otra vez en otra plaza. La acampada, que bajó de la red, mantiene ese lenguaje en carteles y consignas y a menudo en la manera de organizar la información en un pedazo de cartón. Quizá el formato más visible en este sentido sean los sucesivos time-lines de Twitter mediante palabras clave que van añadiendo información a medida que se produce. El catálogo es amplio.
¿Pero cómo funciona la deliberación en dicho espacio, durante las asambleas y reuniones, entre sus miles de participantes y momentos de presencialidad y sincronización? Mayoritariamente, podría considerarse que lo que se ha estado haciendo en las acampadas estos días es votar con los brazos, más concretamente con las manos, mediante un brevísimo dialecto basado en la lengua de señas. Para mostrar asentimiento y aprobación (moviéndolas alzadas) o bien desacuerdo (cruzando los brazos) o ya pidiendo algún tipo de cambio (rotando los antebrazos) ante lo que expone quien esté hablando frente al resto, micrófono en mano o a fuerza de pulmón. Es la solución lógica pero aprendida in situ por imitación, que se aplica cuando es uno el que habla y los cientos de personas que escuchan no pueden interrumpir con sonidos, o sería imposible la interacción.
Si a eso sumamos la brevedad obligada de las intervenciones, otra de las máximas que rigen para que todo el mundo tenga oportunidad de pronunciarse, se configura así un sistema analógico de deliberación y en última instancia toma de decisiones que parece imposible sobre el papel pero poco a poco ha ido dando los días de este mayo frutos y resultados, ya sea en formato asamblea (uno ante muchos) o bien de comisiones (unos cuantos entre unos cuantos).
Todo ello sumado como decíamos a la lógica de algunas normas escritas conviviendo con proclamas y eslóganes, señalética varia (cartografías del campamento, vías de emergencia, horarios del día), y ese algo en el ambiente de actuar con respeto y practicidad que es difícil de visualizar, pero probablemente hace que fluya el resto.
Sobre eso destacaría otra norma, ya no escrita pero diríase que igual que extendida, como es la de votar con los pies, aparentemente muy similar a la que rige las metodologías de espacio abierto. Una máxima que hace a cualquier participante libre de comprometerse o ir donde quiera, opinando o ayudando en lo que pueda. En definitiva ir complementando huecos u oportunidades dentro del sistema autoorganizado en que se ha vuelto la plaza, como si ésta fuera un organismo vivo. Esto es: yendo y viniendo a/desde donde se aporte valor, marchándose de donde no se aprende o quiere estar, y haciendo que los grupos que integran el total tengan integrantes que fluyen de uno a otro, por ejemplo. Posibilitando cruces, en última instancia, de información y probablemente entusiasmos.
El voto digital, viral
En ese sentido, desde el experimento tecnológico, en construcción, aún mejorable en lo conceptual y en lo técnico que es el Tweetometro, nos planteamos desde un primer mensaje en Twitter preguntando qué había sido del prototipo desarrollado y testeado durante UrbanLabs en 2009, la hipótesis de que los principios y métodos multitudinarios de consenso arriba apuntados son también aplicables a la red (seguramente siempre lo han sido, y a su manera influido en lo que se está viendo en la calle estos días, pero eso es ya otro tema).
Por ese motivo el título de este post tiene forma de pregunta, y nos la hacemos mediante una herramienta que pueda operar con una libertad semejante, un rigor imperfecto pero no excluyente, invitando a la reflexión (e insistiendo como hemos hecho en que con cada voto se opinara también, en el espacio que quedaba en los tweets), para en definitiva testear el (ciber)espacio público como herramienta de consenso, allí donde se produce gran parte de la conversación efervescente del momento.
Al cierre de las votaciones de prueba en el Tweetometro, en el momento de escribir esto tras más de 20 días de participación abierta a cualquier cuenta de Twitter, tanto para emitir votos positivos como negativos sobre las ocho propuestas planteadas, se han emitido un total de 1.122 votos a través del hastag #tweetometro. De estos 1.045 han sido votos positivos y 77 negativos (estos últimos ponderando a la baja los porcentajes de las diferentes propuestas).
¿Pero qué pasaría si se dieran menos opciones de votación? Por ejemplo en un sondeo en torno a cuatro opciones de voto: en blanco, nulo, abstención o digamos que a partidos, como estuvimos a punto de plantear en vez de las propuestas. O si se ofrece la posibilidad de votar también por SMS, abriéndolo a más participantes, pero también introduciendo un elemento de coste económico. O si se recombinan de otra forma las opciones de administración actuales, sin voto negativo y por ende matices (o un voto sólo por cuenta de usuario, si pesa el último o el primero, y así un largo etcétera). O por supuesto (y de mayor alcance) hasta qué punto la suplantación, la participación de trolls o bots pueden invalidar toda una votación de este estilo, y cómo podría evitarse, en caso de que técnicamente se pudiera…
O qué garantías se podrían implementar para que el voto procediera sólo de cuentas de Twitter que, sino procedentes de una identidad comprobable, al menos implicaran cierta actividad previa y red social mínima de contactos (por ejemplo sólo cuentas con una antigüedad determinada, o con un mínimo de tweets previos, o de otras cuentas a las que siguen, o de cifra de klout).
Por todo ello, para ayudar(nos) a responder esas preguntas invitamos a quien quiera acceder a la API del experimento través de este enlace, además del archivo XML con los resultados obtenidos en proceso abierto con ocasión del fenómeno social y político de las acampadas y el #yeswecamp.